Entradas

Tres cuentos para el silencio

Imagen
El catequista de las nubes Un joven le dijo a su catequista que había dejado de creer en Dios porque no lo veía. Entonces, el santo catequista aprovechando el día nublado, le preguntó al insensato (El insensato dijo en su corazón: "No hay Dios". Salmo 14, 1): -¿Podés ver al hermano Sol? -No, contestó a secas, algo distraído por el viento. -¿Por qué? -Porque las nubes lo tapan. Viendo que el joven ya se acercaba a la comprensión, con los ojos llenos de bondad el catequista volvió a preguntar: -¿Y por qué podés ver las nubes? -Por el Sol, respondió el joven con voz suave. Ciertamente, amigo, sin luz no veríamos nada. Pero es tan humilde la Luz que no mostrándose a sí misma, sin embargo, muestra todo lo demás. Todo está unido Un niño había escuchado que el cielo y la tierra eran dos cosas completamente diferentes y desconectadas. Y que la verdad nada tenía que ver con el amor. Pero dirigiendo la mirada hacia una ranita verde -tan suave y brillante que parecía ser

Contemplación y Verdad-Bondad-Belleza

Imagen
"En la intersección de estos tres rayos brilla el amor". Todo el mundo cree saber lo que está bien y lo que es verdad..., y la belleza se tornó camino olvidado. En todas partes la fealdad asoma goteando su pobredumbre. La verdad y el bien parecen ser puertas cerradas para el hombre de nuestro tiempo. Quizás sólo después de  limpiar la mirada podamos recuperar este reino olvidado. Pero, ¿cómo? La belleza nos detiene , nos para, nos saca fuera de nosotros mismos en éxtasis. Es forzoso detenerse a contemplar alguien-algo bello. La belleza se renueva en nosotros renovándonos: no podemos encasillarla ni encasillarnos en la belleza-temporal que fue vista una vez y para siempre. La belleza-eternal nos llama a trascender el "una vez para siempre" porque necesitamos andar con ella siempre, no una vez, sino, muchas veces, que es lo mismo que decir todas las veces. "Comienza contemplando -aconsejaba ya Platón- primero los objetos bellos-de-ver, sigue con los cuerpo

Ser Amigo de Dios

Imagen
Eran estos dos cortesanos de los llamados agentes de negocios. Lleno entonces repentinamente de un amor santo y casto pudor, airado contra sí y fijos los ojos en su compañero, le dijo: Dime, te ruego, ¿adónde pretendemos llegar con todos estos nuestros trabajos? ¿Qué es lo que buscamos? ¿Cuál es el fin de nuestra milicia? ¿Podemos aspirar a más en palacio que a amigos del César? Y aun en esto mismo, ¿qué no hay de frágil y lleno de peligros? ¿Y por cuántos peligros no hay que pasar para llegar a este peligro mayor? Y aun esto, ¿cuándo sucederá? En cambio, si quiero, ahora mismo puedo ser amigo de Dios. Confesiones, X, 6. San Agustín. Comentario: Casi todo lo que hacemos lo hacemos por hacer  o porque eso es lo que se hace . Cuando alguien nos corrige  nos volcamos contra esa persona y gritamos: ¡Yo sé lo que hago ! ¿Pero, sabemos de verdad lo que hacemos? ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Hacemos lo que hacemos para sentirnos bien? Tenemos que ir al fondo de nuestras mot

La Condición humana según Thomas Keating

Imagen
¿Dónde estás? Esta es una de las grandes preguntas de todos los tiempos, y el núcleo de la primera mitad del camino espiritual. Los estudiosos y los lectores de la Biblia recordarán que ésta es la pregunta que Dios hace a Adán y Eva, en el capítulo 3 del Génesis, cuando se esconden entre los arbustos tras haberle desobedecido. Él los llamó y les dijo: “Adán ¿dónde estás?”. Estaban escondidos entre los árboles, y Dios los buscaba. Adán respondió: “Oímos tu voz, y tuvimos vergüenza, porque estamos desnudos”. Y Dios preguntó: “Cómo supisteis que estabais desnudos?”. Esta preciosa narración no se refiere sólo a Adán y Eva. Tiene mucho que ver con nosotros, pues en ella se nos revela dónde estamos. La misma pregunta se dirige a cada generación, a cada época, a cada persona. En cada momento de nuestra vida Dios nos pregunta: “¿Dónde estás? ¿Por qué te escondes?”. Todas las cuestiones fundamentales para la felicidad humana surgen cuando nos hacemos a nosotros mismo esta insoportable pr