Tres cuentos para el silencio
El catequista de las nubes Un joven le dijo a su catequista que había dejado de creer en Dios porque no lo veía. Entonces, el santo catequista aprovechando el día nublado, le preguntó al insensato (El insensato dijo en su corazón: "No hay Dios". Salmo 14, 1): -¿Podés ver al hermano Sol? -No, contestó a secas, algo distraído por el viento. -¿Por qué? -Porque las nubes lo tapan. Viendo que el joven ya se acercaba a la comprensión, con los ojos llenos de bondad el catequista volvió a preguntar: -¿Y por qué podés ver las nubes? -Por el Sol, respondió el joven con voz suave. Ciertamente, amigo, sin luz no veríamos nada. Pero es tan humilde la Luz que no mostrándose a sí misma, sin embargo, muestra todo lo demás. Todo está unido Un niño había escuchado que el cielo y la tierra eran dos cosas completamente diferentes y desconectadas. Y que la verdad nada tenía que ver con el amor. Pero dirigiendo la mirada hacia una ranita verde -tan suave y brillante que parecía ser